sábado, 5 de abril de 2008

Vacaciones bajo el Cristo de las Noas
Publicado el: 31-Marzo-2008 en www.vanguardia.com.mx

Descanso, rompimiento de la rutina, paréntesis, recarga de pilas: la llamada semana santa, o semana mayor, con su prolongación en pascua, año con año se convierte en sinónimo de vacación. Y por salud habría que tomárnoslo en serio.
Por eso en la columna de esta semana no comentaré sobre los millones de pesos que se invertirán en nuevos puentes viales en Torreón; ni sobre el enésimo desencuentro entre funcionarios estatales y municipales ahora por la lana que la Federación decidió otorgar a este municipio para fortalecer los programas de seguridad; ni acerca del sobrevuelo de los alcaldes de la zona metropolitana lagunera para determinar en qué gastar los doscientos cincuenta millones de pesos frescos para el fondo metropolitano; ni sobre las nuevas ejecuciones; ni sobre el empantanado proyecto de modernización del sector Alianza y el Centro Histórico; ni de la visita del embajador Jorge Zermeño cuya presencia no pasa desapercibida; ni sobre eso que tenemos todo el año para comentar, criticar, aplaudir, abuchear o ignorar. No. Mejor que sea una columna de relax, de vacación bajo la exhausta mirada del Cristo de las Noas.
Por eso quisiera decir algo acerca de lo que allí está y que el ajetreo cotidiano de pronto esconde: los espacios culturales que alimentan el espíritu y le devuelven al ocio su importancia acá en el valle guerrero.
Primero los museos: el Arocena, el más moderno y pretensioso, con salas temporales que suelen estar llenas de magníficas colecciones pero con una débil exposición permanente en lo que a la historiografía local se refiere; recientemente ha buscado convertirse en espacio más atractivo para jóvenes con las fiestas lounge que allí se organizan. El Museo Regional, con la sala permanente más reveladora de todas cuentas tenemos en nuestro haber cultural; su vocación – antropología e historia- así lo exige y así se ha sabido llevar. Además el entorno del bosque Venustiano Carranza lo vuelve un espacio de descanso, recreación y agradable aprendizaje. El de la Revolución, el más nuevo y encargado de albergar los recuerdos y estudios de uno de los momentos de la fundación mítica de estos lares: la revolución mexicana (como si pudiera unificarse en una sola a las diversas pretensiones de los numerosos grupos alzados en armas). Se encuentran también Teatro Isauro Martínez, de la Casa del Cerro, del Pilar Rioja, el de la Moneda, el del Ferrocarril, el de historia natural de la Universidad Autónoma de La Laguna y la galería de la Universidad Iberoamericana entre los espacios que están allí para fermentar los sueños del espíritu y relajar las presiones de los afanes ordinarios.
No sólo el trabajo, la carne asada, el arsénico, el plomo, los plomazos, los lechos secos, las disputas, definen a este rumbo: también hay eso otro que, aunque no suficientemente apreciado y valorado en su potencial cultural y turístico, allí está para recordar que el embrutecimiento no es destino natural del ser humano. Disfrutemos de esa otra Laguna.