martes, 18 de marzo de 2008

Mentiras que valen la pena


Publicado el 17 03 08 en www.milenio.com/torreon



"Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo” cantaba Mercedes Sosa. Y es que la cultura, en su sentido amplio, es dinámica, agitación, recreación germinada en el cruce entre innovación y tradición. Las personas recodificamos nuestra realidad y con ello nuestra vida, esa que se va entre la aurora y el ocaso cotidiano.
En el lenguaje usual podemos detectar el peso de los nuevos símbolos, de los nuevos disparadores de sentido y comunicación. Hoy día, entre la mayoría de nosotros, la semana santa tiene más tonalidades de descanso que de memoria religiosa; felizmente esta semana parte en dos al ciclo escolar; permite un largo puente que termina en la playa, en la visita a los viejos o de plano es momento para ordenar la casa.
Esta semana llamada santa por el sentido de recuerdo de la pasión del fundador del cristianismo, roca angular de la civilización occidental, cede el paso a nuevos ritos, esos de la sociedad virtual y de consumo. Si tiene relevancia mediática la semana santa, lo es por el folclore de sus ritos populares y no por el sentido hondo de su celebración. Si está presente en el imaginario social, lo está por su funcionalidad: descanso, no actividades, puente. No lo digo con amargura, acaso con un poco de nostalgia, nada más.
No deja de haber elementos paradójicos en esta semana: si uno revisa los diarios del mundo, las crucifixiones contemporáneas se multiplican, curiosamente con un motivo semejante al que tuvo aquella que marcó la historia de nuestro hemisferio:el olvido del ser humano por el propio ser humano; el haberlo convertido en medio, no en fin.Sí, lobo. Hoy, Caín dejó de ser mito para convertirse en sistema social.
Hace poco más de cien años Nietzsche afirmaba que Occidente perecería si no meditaba y si no cambiaba sus valores. Aunque cambiamos los valores, seguimos sin meditar, y los resultados están allí: la paz como excepción y la guerra como normalidad; la migración forzada para salvar la vida (mexicanos, cubanos, africanos); el estrés como estilo de vida; la competencia como sello de la fraternidad contemporánea; la caridad convertida en fundación que deduce impuestos y los salvadores son ahora superhéroes de comics.
En fin, quizá vale más cantar con Sabina: “Tenemos lolitas, tenemos donjuanes; Lennon y McCartney, Gardel y LePera; tenemos horóscopos, Biblias, Coranes, ramblas en la luna, vírgenes de cera… más de cien palabras, más de cien motivos... más de cien mentiras que valen la pena”.
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